exploración
La exploración de los fondos oceánicos
El hombre empezó a sondear las grandes profundidades del océano cuando ya estaba muy avanzado nuestro siglo. El suelo marino se convirtió en un asunto de interés comercial cuando se decidió tender un cable telegráfico a través del Atlántico. Con tal objeto, en 1850, Maury trazó un mapa del fondo del Atlántico. Transcurrieron 15 años, jalonados por numerosas interrupciones y fracasos, antes de que el cable atlántico fuese tendido, al fin, gracias, sobre todo, al impulso, increíblemente perseverante, del financiero americano Cyrus West Field, quien perdió en ello una fortuna. La exploración sistemática del fondo marino se inició con la famosa expedición alrededor del mundo del buque británico Challenger, en 1870. Para medir la profundidad de los océanos, el Challenger empleó el método tradicional de arriar 6 km de cable, con un peso en su extremo, hasta alcanzar el fondo. De esta forma se realizaron más de 360 sondeos. Este procedimiento no es sólo enormemente laborioso, sino también poco exacto.
La exploración del suelo oceánico experimentó una auténtica revolución en 1922, al introducirse el método de emisión de ondas sonoras y recepción de sus ecos.
Hay mesetas del tamaño de un continente, y cadenas montañosas más largas y elevadas que las de la tierra emergida. La isla de Hawai es la cumbre de una montaña submarina de 9.900 m de altura -más alta que cualquiera del Himalaya-, por lo cual Hawai puede ser llamada con toda propiedad, la montaña más alta de la Tierra. Existen también numerosos conos truncados, llamados montes marinos o guyots. Se les dio el nombre de guyot en honor del geólogo suizo-americano Arnold Henry Guyot.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Ewing y Heezen exploraron con redoblado afán los accidentes del fondo oceánico. Para sorpresa suya, diversos y minuciosos sondeos, realizados en 1953, les mostraron que a lo largo de la dorsal, y justamente por su centro, corría un profundo barranco. A su debido tiempo se descubrió también esta particularidad en todas las porciones de la dorsal transoceánica. Ello condujo a que algunos lo denominaran "la Gran Hendidura del Globo". Hay lugares donde ésta se acerca mucho a la Tierra: sube por el mar Rojo, entre Africa y Arabia, bordea las costas del Pacífico, atraviesa el golfo de California y contornea el litoral del Estado de California. Al principio parecía como si tal Hendidura fuese continua (una grieta de 65.000 km en la corteza terrestre). Sin embargo, una exploración más detenida demostró que estaba compuesta por breves secciones rectas separadas entre sí como si unas sacudidas sísmicas hubiesen desconectado cada sección de la siguiente. Y, en efecto, a lo largo de la Hendidura es donde suelen originarse los terremotos y los volcanes. En su día, tal Hendidura era una falla por la que emergía lentamente, desde el interior, la roca fundida, o magma. Allí se enfriaba y se aglomeraba para formar a dorsal, e incluso se extendía más allá de la misma. Esta difusión puede alcanzar velocidades de 16 cm/año; en consecuencia, todo el fondo del océano Pacífico podría quedar cubierto por una nueva capa en 100 millones de años. Por cierto que los sedimentos extraídos del fondo oceánico son muy raras veces más antiguos, lo cul puede parecer asombroso en una vida planetaria que sería que sería cuarenta y cinco veces más vieja si no mediera ese concepto del "desparramamiento sobre el suelo marino". La Hedidura y sus ramificaciones parecen dividir la corteza terrestre en seis inmensos zócalos y algunos otros más pequeños. Estos zócalo se mueven impulsados por la actividad reinante a lo largo de la Hendidura, pero lo hacen como unidades independientes, es decir, que no se produce ningún movimiento apreciable en los accidentes de un determinado zócalo. La remoción de tales zócalos explica la rotura de la pangea y la deriva continental producida desde entonces.